El Caribe es irresistible por muchas razones y una de las más atractivas es, por supuesto, sus playas. Todos tenemos en la cabeza esa imagen clásica en la que la tenue luz del atardecer ilumina la arena blanca, las palmeras se mecen suavemente con la brisa del mar y las olas rompen en la orilla, con su ritmo acompasado. Pues Isla Saona, en República Dominicana, es justamente ese lugar: el auténtico paraíso caribeño.

Ubicada al sur de Punta Cana, a un par de kilómetros de la costa de la península que forma el Parque Nacional Cotubanamá –antiguo Parque Nacional del Este–, Isla Saona está prácticamente deshabitada y, sin embargo, es uno de los lugares más visitados de República Dominicana. Su increíble naturaleza virgen y el excelente ambiente que se vive en las excursiones que diariamente recorren la isla, hacen de este lugar uno de los más solicitados por los turistas que disfrutan de sus vacaciones en esta zona del Mar Caribe.

Isla Saona: Naturaleza al máximo

Conocida como Adamanay por los indígenas taínos y descubierta por Cristobal Colón en su segundo viaje, a finales de 1494, Isla Saona es una de las tres islas del sureste dominicano –junto con Isla Catalina y Catalinita– y un verdadero tesoro natural. Las formaciones de coral que se encuentran en sus aguas o el hecho de que la isla sea el lugar de anidación de tortugas más importante del país, son solo un par de ejemplos de la riqueza natural de Saona.

Al estar integrado dentro de un Parque Nacional, el territorio de la isla, de unos 110 kilómetros cuadrados, está plenamente protegido. Isla Saona es refugio de todo tipo de especies florales, incluyendo densos manglares y extensos palmerales. En sus lagunas costeras y zonas de selva baja habitan diversas especies de aves y reptiles. Por supuesto, las aguas que la rodean ofrecen una explosión de vida marina: a las distintas variedades de tortugas que anidan en sus playas hay que sumar delfines, manatíes e infinidad de peces y moluscos. El valor ecológico de Isla Saona es, a simple vista, incalculable.